miércoles, 12 de noviembre de 2008

Adam Smith

Este filósofo y economista escocés es el autor del Ensayo acerca de la Naturaleza y Causas de La Riqueza de las Naciones (1776), y es mundialmente reconocido como el padre de la moderna ciencia económica. En aquella obra, Smith trata de explicar los factores que determinan el progreso económico, y los medios necesarios para crear un ambiente favorable para un crecimiento económico sostenido. Los principales elementos de su teoría son usados como referencia por la mayoría de los economistas del siglo XX y sus recomendaciones para la política económica siguen vigentes en nuestra época.

Para este autor, el nivel del ingreso real per-cápita y su tasa de crecimiento dependen esencialmente de “la aptitud, destreza y sensatez con que generalmente se ejercita el trabajo”[1], lo que hoy en día se denomina productividad laboral. Las diferencias internacionales (e Inter-temporales) en la productividad corresponden a diferencias en el grado de división del trabajo.

El factor que condiciona la división del trabajo es la disponibilidad de capital, puesto que para lograr un mayor grado de división del trabajo es necesario proporcionarle a la fuerza laboral más (y mejores) herramientas y maquinarias para llevar a cabo la producción. Otro factor es el tamaño del mercado; las restricciones al comercio internacional tendrán efectos adversos sobre la productividad, ya que necesariamente limitan el tamaño del mercado, impidiendo la división internacional del trabajo. En cambio, el comercio libre y abierto (comercio exterior) tiene el efecto opuesto. Por último, un factor importante es un entorno político (y legal) favorable, lo cual contribuye significativamente a incrementar el flujo de inversiones productivas.

El problema del desarrollo económico es un problema institucional, pues hay que buscar el sistema que mejor garantice el pleno desenvolvimiento del potencial económico de una nación. La propuesta de Smith era que el estado tuviera una mínima intervención en la economía; la acción espontánea del mercado generalmente producirá una asignación óptima de los recursos a través de una mano invisible, maximizando el bienestar de la sociedad entera, independiente de las intenciones de los individuos involucrados. Por otro lado, pretender asignar los recursos por medio de un plan deliberado requeriría mayores esfuerzos y conocimientos que los que puede disponer cualquier individuo; incluso, la mera presunción de poder hacerlo lo descalifica para el efecto.

Para Smith, existe un elemento falso (y hasta ridículo) en la idea de un gobernante que pretende administrar la economía de su pueblo: “Es una vana presunción que sus príncipes y ministros pretendan velar sobre la economía de aquellos pueblos (...) cuando los más poderosos son los más pródigos de la sociedad. Velando aquellos sobre sus propios gastos, puede esperarse que sin otra diligencia contengan los suyos los particulares. ¡Si su propia extravagancia no arruina al Estado, nunca lo logrará la de los súbditos!”[2].

La teoría de Smith fue revolucionaria en su época porque contradecía directamente el pensamiento mercantilista que predominaban entonces. El mercantilismo era una doctrina que favorecía la amplia regulación de la actividad económica con vistas a la promoción de ciertos intereses nacionales. Uno de los postulados de los mercantilistas era que toda política económica debía evaluarse en función de su efecto sobre la provisión nacional de metales preciosos. Cuando escaseaba el metal-moneda, la política comercial debía lograr el mayor exceso de exportaciones sobre importaciones posible (es decir, una balanza comercial favorable), siendo ésta la manera de incrementar la provisión de metales preciosos. Para lograr una balanza comercial favorable el estado debía fomentar las exportaciones o restringir las importaciones por medio de intervenciones del gobierno diseñadas y administradas para el efecto.

Smith criticaba la errónea identificación de “dinero” con “riqueza”, puesto que estos dos conceptos representan aspectos diferentes; un incremento en la cantidad de dinero no constituye en sí mismo un incremento en la riqueza real del país. El descubrimiento de América es un ejemplo de esto: la importancia para Europa no se debió al influjo de metales preciosos, sino a la tremenda ampliación de los mercados que ocasionó. También criticaba el hecho de confundir fines y medios (tomando la “actividad económica” como un fin en sí mismo) olvidando que el propósito final de toda actividad económica es la satisfacción de las necesidades humanas.

Definitivamente, el gran desarrollo de la Revolución Industrial en Inglaterra durante el siglo XIX, se debió principalmente a la aplicación de los postulados de Adam Smith. En el siglo XX, la evidencia más clara se observa en el desempeño de los países subdesarrollados en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Algunos de estos países adoptaron políticas de desarrollo que protegían la industria nacional por medio de barreras arancelarias (y otras restricciones a la importación), medidas que significaron un desequilibrio: la producción nacional sustituía a las importaciones y esto hacía disminuir la exportación. El otro grupo de países, simbolizados por Taiwán y Corea del Sur, adoptó políticas de comercio exterior, integrándose al mercado mundial y abriendo sus economías nacionales a las fuerzas de la competencia internacional. Los resultados obtenidos se inclinaron enormemente en favor del segundo grupo de países, puesto que participaron más plenamente de los beneficios que proporciona el comercio internacional: mejor asignación de recursos, uso más eficaz de la mano de obra, generar mayores ingresos y el incremento del ahorro para futuras inversiones (caso contrario al endeudamiento del “Tercer Mundo”).

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[1] Cit: Cole, Julio. "El Modelo Smithiano" (Adam Smith). Artículo publicado por la revista del Centro de Estudios Económico-Sociales (CETES), nº 780, año XXXIV. Guatemala, agosto 1993.

[2] Ídem.

1 comentario:

  1. Lo unico malo es que a Smith lo usan como argumento para justificar la expansion de mercado de las corporaciones transnacionales... siendo que el era profesor de etica y por lo tanto buscaba la justicia entre la repartcion de las riquezas.

    Queda entonces como un modelo ideal al igual que el comunismo... sin embargo en ambos casos el hombre no es una idea sino que es algo concreto, lleno de envidia y avaricia y mentiras.

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