sábado, 21 de diciembre de 2013

Replanteamiento



"La retribución justa no es una cantidad; es un estilo de vida"






martes, 30 de agosto de 2011

Empresa Sustentable (ejemplo de declaración de principios)


www.dinova.cl

El gran propósito de Librería Dinova consiste en ser reconocida como una empresa sustentable, en el sentido riguroso del concepto Sustentabilidad Azul.

Entender la sustentabilidad en su acepción “azul” hace referencia a una idea de globalidad, de índole planetaria, que va mucho más allá de aquella simple estrategia de márquetin que pretende “pintar todo de verde”. Esto implica concebir la “sustentabilidad” en el triple contexto sociedad-economía-ecosistema, de manera simultánea y no aislada:



1.- El compromiso que la empresa tiene por el desarrollo del bienestar social.

La economía al servicio de las personas, y no personas esclavas de la economía. Así pues, parte de las utilidades de la empresa son destinadas a actividades culturales que fomentan la lectura y la escritura en los jóvenes; como por ejemplo, cafés literarios, presentaciones de nuevos libros, concursos de poesía. En general, Librería Dinova, promueve el mecenazgo.



2.- Los recursos financieros son administrados de manera ética.

Estamos en contra de las actividades dolosas en la gestión del dinero. Consecuentemente, no practicamos la usura, ni el “lavado de activos”, ni la evasión de impuestos, ni mucho menos el soborno; y además nuestros estados financieros pueden ser monitoreados en cualquier momento por cualquier organismo fiscalizador. La transparencia es el pilar para un buen desarrollo de cualquier modelo económico.



3.- Ser consciente del impacto ambiental que resulta del funcionamiento de la empresa.

Miles de científicos alrededor del mundo lo declaran de manera categórica: el daño que el metabolismo urbano provocó en el Planeta, tardará miles de años en revertirse a un natural equilibrio ecológico. Por lo mismo, Librería Dinova se preocupa de no alterar el ya malogrado equilibrio de la naturaleza, a través de hechos concretos tales como: evitar a toda costa el uso de combustibles fósiles; gestión de los residuos por medio del método 3R (reducir, reutilizar, reciclar), divulgación de la conciencia ecológica, etc.





(Para mayor información acerca de la Sustentabilidad Azul, visita  www.prossus.blogspot.com  )


viernes, 24 de septiembre de 2010

Igualdad de la Libertad (John Rawls)

John Rawls – Teoría de la Justicia (parágrafos 31 al 40).

En esta monografía, se comenzará con la formulación de una secuencia de cuatro etapas que clarifica cómo se aplicarán los principios para las instituciones. Luego, se describirán brevemente dos partes de la estructura básica, definiéndose el concepto de libertad. A continuación de esto, se enuncian tres problemas de la igualdad de la libertad: igual libertad de conciencia, justicia política e iguales derechos políticos, igualdad de la libertad de la persona y su relación con el Estado de Derecho. Finalmente, se dará el significado de la prioridad de la libertad, concluyendo con un breve análisis de la interpretación kantiana de la posición original.


La Secuencia de Cuatro Etapas.

Hay que tener presente que estas cuatro etapas son un recurso para aplicar los principios de justicia. Es una parte de la teoría de la justicia como imparcialidad y no una explicación de “cómo” funcionan los congresos constituyentes y las legislaturas. Son una serie de puntos de vista desde los que han de resolverse los diferentes problemas de justicia, y cada punto de vista hereda las restricciones adoptadas en la etapa precedente.

En cuanto a los antecedentes de estas cuatro etapas, mencionaremos los tres tipos de juicios del ciudadano:

  1. Juzgar la justicia de la legislación y de las políticas sociales.
  2. Decidir que disposiciones constitucionales son válidas para reconciliar las opiniones contrapuestas respecto a la justicia.
  3. Tener que ser capaz de determinar las bases y los límites del deber y la obligación en lo político.


Luego, hace falta replantear la tesis de la posición inicial y cuestionarse acerca del principio de diferencia. Así, son dos los problemas que surgen a partir de lo anterior:

  1. Una constitución justa será un procedimiento justo dispuesto de manera que asegure un resultado justo.
  2. Seleccionar entre las disposiciones procesales que sean tanto justas como practicables, aquellas que tengan mayores probabilidades de conducir a un orden jurídico justo y efectivo.


Finalmente, las cuatro etapas se estructuran de la siguiente manera:

1.       Primera parte de la estructura básica.

1.1.     Primer principio de la igualdad de la libertad. Es el primer paso para el congreso constituyente; las libertades fundamentales de la persona (y las libertades de conciencia y pensamiento) están protegidas, y el proceso político (como un todo) debe ser un proceso justo.

1.2.     Segundo principio. Este paso prescribe que las políticas sociales y económicas tengan como objetivo la maximización de las expectativas a largo plazo (de los menos aventajados) en las condiciones de una igualdad equitativa de oportunidades, en la cual se mantengan las mismas libertades para todos.

2.       Segunda parte de la estructura básica.

2.1.     Esta etapa contiene las distinciones y jerarquías de las formas políticas, económicas y sociales que son necesarias para una cooperación social mutualmente benéfica y eficaz. Hay una prioridad del congreso constituyente frente a la etapa legislativa.

2.2.     Esta etapa es la aplicación de las reglas a casos particulares (hecha por los jueces y administradores) y la obediencia de las reglas por los ciudadanos en general. Acá podría aparecer un tercer problema, relacionado con la teoría de la obediencia parcial; la desobediencia civil y los objetores de conciencia.


El Concepto de Libertad.

Cualquier libertad puede ser explicada con referencia a tres cosas:

  1. Los agentes que son libres.
  2. Las restricciones o límites de los que están libres.
  3. Aquellos que tienen libertad de hacer o no hacer.

Las libertades básicas habrán de ser evaluadas como un todo; como un sistema único. El mejor sistema de libertades depende de la totalidad de limitaciones a que se le sujete.

La libertad está representada mediante el sistema completo de las libertades de la igualdad ciudadana; el valor de la libertad para las personas y los grupos depende de su capacidad para promover sus fines dentro del marco definido por el sistema.


Igual Libertad de Conciencia.

Las personas en la posición original no han de verse a sí mismas como individuos particulares aislados; sino que suponen tener intereses que necesitan proteger lo mejor posible y que tienen vínculos con determinados miembros de la próxima generación (quienes también harán demandas parecidas). Una vez que las partes consideran estas cuestiones, la defensa de los principios de la justicia se verá muy fortalecida.

Tomando a la libertad de conciencia como ejemplo, la justicia como imparcialidad proporciona fuertes argumentos en pro de la igualdad de la libertad.


La Tolerancia y el Interés Común.

El Estado no puede favorecer ninguna religión en particular, ni se pueden establecer castigos o pérdidas de derechos para quien se afilie o no a una determinada religión.

La libertad de conciencia está limitada por el interés común en el orden y la seguridad públicos. El deber del Estado se limita a garantizar las condiciones de igualdad de la libertad religiosa y moral.

La tolerancia no se deriva de necesidades prácticas o de razones de Estado. La libertad religiosa y moral se deriva del principio de igualdad de la libertad. La limitación de la libertad se justifica sólo cuando es necesaria para la libertad misma, para prevenir una invasión de la libertad que sería aún peor.


La Tolerancia de los Intolerantes.

El derecho de una persona a quejarse está limitado a las violaciones de principios que ella misma reconoce. Una queja es una protesta dirigida de buena fe a otro; proclama la violación de una principio que ambos individuos aceptan. No obstante, un intolerante dirá que actúa de buena fe y que no pide nada para sí mismo que niegue a los demás. El problema es que si ser intolerante con otro es base suficiente para limitar la libertad de alguien; también lo es si el tolerante tiene derecho a frenar al intolerante cuando no existe peligro inminente para las libertades de los demás.

El problema de tolerar al intolerante está directamente unido al de la estabilidad de una sociedad bien ordenada, regulada por los Dos Principios de la Justicia. Así, incluso si una secta intolerante aparece (suponiendo que no tenga tanta fuerza inicial que pueda imponer su voluntad directamente, o no crezca tan rápidamente de modo que la persuasión no tenga tiempo de actuar) tenderá a perder su intolerancia y a aceptar la libertad de conciencia. Esta es la consecuencia de la estabilidad de las instituciones justas, ya que la estabilidad significa que, cuando hay cierta tendencia a la injusticia, otras fuerzas aparecen y entran en juego para conservar la justicia de toda la organización.

En definitiva, mientras una secta intolerante no tiene derecho a quejarse de la intolerancia, su libertad únicamente puede ser restringida cuando el intolerante cree (sinceramente y con razón) que su propia seguridad y la de las instituciones de libertad están en peligro.

El argumento de lo ya explicado hasta ahora, sugiere que la adopción del principio de igual libertad puede ser considerada como un caso límite. Así, se puede suponer que las personas en la posición original saben que tienen convicciones morales a pesar de no saber cuáles son (debido al velo de la ignorancia). Lo importante es que, cuando las personas (con diferentes convicciones) hacen exigencias conflictivas a la estructura básica como asunto de origen político, juzguen estas reclamaciones mediante los principios de justicia.


La Justicia Política y la Constitución.

La justicia política tiene dos aspectos:

  1. La constitución ha de ser un procedimiento justo, que satisfaga los requerimientos de la libertad-igual.
  2. Ha de ser estructurada de manera que todos los acuerdos factibles se conviertan en sistemas de legislación justos y eficaces.

La justicia de la constitución ha de ser fijada desde dos perspectivas:
                                                                                                                                 
  1. A la luz de lo que las circunstancias permitan.
  2. Estableciendo estas delimitaciones desde el punto de vista de la convención constitucional.


Para lo anterior, existe el llamado principio de participación. Este principio exige que todos los ciudadanos tengan un mismo derecho a tomar parte y a determinar el resultado del proceso constitucional que establecen las leyes que ellos han de obedecer.

El principio de participación se aplica a las instituciones. Este principio no define un ideal de ciudadanía, ni tampoco impone un deber que exija a todos tomar parte activa en los sucesos políticos. Lo importante es que la constitución establezca los mismos derechos para participar en las cuestiones públicas y se tomen medidas para mantener el valor de estas libertades. En un Estado bien gobernado, sólo un pequeño número de personas puede dedicar la mayor parte de su tiempo a la política; no obstante, esta fracción deberá extraerse igualmente de todos los sectores de la sociedad.

Así, las desigualdades en el sistema socioeconómico pueden minar cualquier igualdad política que hubiese existido en condiciones históricas más favorables.

Finalmente, una constitución justa establece una forma de competencia leal por el poder y la autoridad política. El principio de participación obliga a aquellos que ostentan la autoridad a responder a los intereses del electorado. Los principios de la justicia están entre los criterios fundamentales que se usan para juzgar los servicios de una persona representativa, y las razones que alega en su defensa. Ya que la constitución es el fundamento de la estructura social (es el sistema supremo de normas que regula y controla otras instituciones) todos tienen el mismo acceso al proceso político que establece. Cuando el principio de participación se cumple, todos tienen el mismo estatus de ciudadano-igual.


Limitaciones al Principio de Participación.

La “extensión” del principio de participación se entiende como el “grado” en que se restringe el procedimiento de gobierno de la mayoría por los mecanismos del constitucionalismo. El problema es ver cómo estos mecanismos pueden concordar con los Dos Principios de la Justicia.

A veces se objeta la regla de las mayorías: ya que no toman en cuenta la intensidad de los deseos de la minoría (o que esta mayoría pase por alto los deseos de dicha minoría). El criterio fundamental para juzgar cualquier procedimiento es la justicia de sus resultados. Una desigualdad de la estructura básica debe justificarse siempre ante aquellos que ocupan una posición desventajosa.

A pesar de que todos deberían tener voto, los de mayor capacidad de gestión de los intereses públicos deberían tener una mayor oportunidad de expresar sus opiniones: Su misma influencia debiera bastar para protegerlos de una legislación clasista para su propio beneficio.

La libertad política-igual ha de tener una profunda influencia sobre la calidad moral de la vida civil. Las relaciones entre los ciudadanos proporcionan una base segura para la constitución de la sociedad. La libertad política, como fin público, no ha de ser proyectada para satisfacer el deseo individual de autodominio ni de poder (ni tampoco a la ambición de mandar a otros).

La voluntad general de consultar y tener en cuenta los intereses y creencias de los demás echa las bases para una “amistad cívica” y perfila el ethos de la cultura política. La libertad política no es solamente un propósito; refuerzan el sentido del propio valor en el ser-humano y amplían sus sensibilidades intelectuales y morales. Además, establecen las bases de un sentido del deber y de la obligación para las personas (quienes dependen de la estabilidad de las instituciones justas).


El Imperio de la Ley.

La administración de la ley regular e imparcial (y en este sentido justa) debe llamarse “justicia como regularidad” (pues ésta es una frase más sugestiva que “justicia formal”).

El Imperio de la Ley está directamente unido a la libertad. Pues, un sistema jurídico es un orden coercitivo de normas públicas dirigidas a personas racionales con el propósito de regular su conducta y asegurar el marco para la cooperación social. El deber implica poder, y este precepto identifica algunos  rasgos obvios de los sistemas jurídicos:

a.       Las acciones que las normas legales exigen y prohíben han de ser de tal clase que puede esperarse razonablemente que las personas las cumplan y eviten (respectivamente). Un sistema de normas dirigido a personas racionales para organizar su conducta, enfoca lo que pueden y lo que no pueden hacer, eso sí, de una manera no impositiva.
b.       Aquellos que promulgan las leyes y dan órdenes, lo hacen de buena fe; deben creer que pueden ser obedecidas y cumplidas. Esto sucede si existe la creencia general de que es así.

El Imperio de la Ley implica también el precepto de que “casos similares han de tratarse de modo similar”, de modo que las personas no pueden regular sus acciones por medio de normas si no se sigue este precepto.

El precepto nullum crimen sine lege exige que las leyes sean conocidas y expresamente promulgadas; que su significado sea claramente expuesto, que las leyes sean generales (tanto en su declaración como en su disposición y no sean usadas para dañar a individuos particulares expresamente señalados), que al menos las faltas más graves sean estrictamente interpretadas, y que las leyes penales no sean retroactivas en perjuicio de aquellos a quienes se apliquen. Los jueces deben ser independientes e imparciales, y nadie puede juzgar su propio caso. Los juicios deben ser justos y abiertos y no han de ser prejuiciados por el clamor público. Los preceptos de la justicia natural han de asegurar que el orden legal sea mantenido de modo regular e imparcial.

El principio de legalidad tiene una base firme en el acuerdo de las personas racionales para establecer por sí mismas la máxima libertad-igual. La sospecha de que otros no están cumpliendo con sus deberes y obligaciones se incrementa por el hecho de que, en ausencia de la interpretación autoritaria y del cumplimiento de las leyes, es particularmente fácil encontrar excusas para contravenirlas. Por esta razón se supone que un soberano coercitivo es siempre necesario, aunque en una sociedad bien ordenada las sanciones no sean severas y acaso no necesiten imponerse. El establecimiento de un sistema coercitivo sólo es racional si estas desventajas son menores que la pérdida de libertad causada por la inestabilidad. Es claro que los peligros de la libertad son menores cuando la ley es administrada imparcial y regularmente de acuerdo con el principio de legalidad. Los principios que justifican las sanciones pueden derivarse del principio de libertad. La concepción ideal muestra en este caso cómo ha de construirse el esquema no ideal (y esto confirma la conjetura de que lo fundamental es la teoría ideal).

En síntesis, el principio de legalidad es simplemente la consecuencia de considerar un sistema jurídico como un orden de normas públicas dirigidas a personas racionales para regular su cooperación, y para dar valor apropiado a la libertad. Los dilemas morales que surgen en la teoría de la obediencia parcial, deben verse teniendo en mente la prioridad de la libertad. Finalmente, los argumentos para restringir la libertad se derivan del principio de libertad en sí mismo. La prioridad de la libertad influye sobre la teoría de la obediencia parcial. Cualquier injusticia en el orden social está obligada a pagar su precio; es imposible que sus consecuencias puedan ser completamente suprimidas. Al aplicar el principio de legalidad debemos tener en cuenta la totalidad de derechos y obligaciones que definen las libertades y ajustar sus demandas adecuadamente, pues algunas veces estamos forzados a admitir ciertas violaciones de sus preceptos (si hemos de mitigar la pérdida de libertad ante males sociales que no pueden evitarse) y a aspirar la menor injusticia posible que las condiciones permitan.


Consideraciones sobre la Propiedad de la Libertad.

La libertad de conciencia y la libertad de pensamiento no deberían fundarse en un escepticismo filosófico o ético, ni en la indiferencia a los intereses religiosos y morales. Los principios de la justicia definen, por un lado, un camino apropiado entre el dogmatismo y la intolerancia y, por otro, un reduccionismo que considera la religión y la moralidad como simples preferencias.

La Propiedad de la Libertad es la prioridad del principio de libertad-igual sobre el segundo principio de la justicia. Ambos principios están en un orden lexicográfico y, por tanto, las demandas de libertad han de ser satisfechas en primer lugar. La libertad solamente puede ser restringida en favor de la libertad en sí misma; son dos los casos:

a.       Las libertades básicas pueden ser menos extensas, aunque aún iguales. El ciudadano representativo lo considerará como un beneficio de su libertad en equilibrio.
b.       Pueden ser desiguales. La libertad de aquellos que posean menor libertad ha de quedar mejor asegurada.


Y las circunstancias que justifican o excusan una restricción de la libertad, se darían así:

a.       Una restricción puede derivarse de las limitaciones y accidentes naturales de la vida humana (o de contingencias históricas y sociales).
b.       Cuando la injusticia ya existe, tanto en las disposiciones sociales como en la conducta de los individuos. El problema es hallar el modo adecuado de responder a la injusticia; aunque, la manera en cómo la justicia nos exige que tratemos a la injusticia, es un problema muy diferente del de cómo combatir las inevitables limitaciones y contingencias de la vida humana.


El orden lexicográfico de los principios especifica qué elementos ideales (de la posición original) son más urgentes, y las normas de prioridad que este orden sugiere han de ser aplicadas a casos prácticos; la del ideal se deja en su mayor parte a la intuición (pero nuestro juicio, al ya mencionado orden lexicográfico).

También es importante el concepto de paternalismo. Los principios del paternalismo son aquellos que los grupos reconocerían en la posición original para protegerse contra la debilidad o las fallas de su razón y de su voluntad en sociedad.


Por lo tanto, dado el análisis acerca de la prioridad, el Primer Principio de la Justicia se enuncia de la siguiente manera:

Primer Principio.
“Cada persona ha de tener un derecho igual al sistema más amplio de libertades básicas, compatible con un sistema similar de libertad para todos”

Regla de prioridad.
“Los principios de la justicia han de ser clasificados en un orden lexicográfico y, por tanto, la libertad sólo puede ser restringida en favor de la libertad en sí misma. Esto, en dos circunstancias:
a.       Una libertad menos extensa debe reforzar el sistema total de libertad compartido por todos.
b.       Una libertad menor que la libertad-igual debe ser aceptable para aquellos ciudadanos con una libertad menor”


La Interpretación Kantiana de la Justicia como Imparcialidad.

Kant postula la idea de que los principios morales son el objeto de la elección racional. La legislación moral debe ser acordada en condiciones que caracterizan a los hombres como seres libres y racionales. Los principios de sus acciones no dependen de contingencias naturales o sociales, ni reflejan tampoco la disposición de las particularidades de sus planes de vida o de las aspiraciones que los motivan.

Actuando a partir de estos principios, las personas expresan su naturaleza de seres libres y racionales sujetas a las condiciones generales de la vida humana. Cuando actuamos racionalmente sobre los principios de la justicia, en el curso ordinario de los acontecimientos, consentimos deliberadamente las limitaciones de la posición original.

Los principios de la justicia son también imperativos categóricos en sentido kantiano. Actuar a partir de los principios de la justicia es actuar a partir de imperativos categóricos, significa que se aplican a nosotros cualesquiera que sean nuestros propósitos en particular. La suposición que motiva el mutuo desinterés (en los propósitos particulares) concuerda con la noción kantiana de autonomía, y tiene como fin el permitir la libertad en la elección de un sistema de objetivos finales..

No obstante, actuar con base en un conjunto coherente de principios básicos, sería el resultado de una decisión del ego noumenal (elección libre), pero para el ego fenomenal no todas estas acciones expresan esta decisión como la de un ser libre y racional. La elección del individuo, como ser noumenal, es una elección colectiva. La justicia como imparcialidad es una teoría de la justicia humana y entre sus premisas están los hechos elementales acerca de las personas y su lugar en la naturaleza.

La posición original sería el punto de vista a través del cual seres noumenales contemplan el mundo. Los grupos compuestos de seres noumenales tienen completa libertad para elegir los principios que deseen; pero también tienen un deseo de expresar su naturaleza como miembros racionales del Reino de lo Inteligible, es decir, como seres que pueden contemplar al mundo de este modo y que en su vida expresan esta perspectiva como miembros de la sociedad. De esta manera, los hombres exhiben su libertad, su independencia de las contingencias de la naturaleza y de la sociedad, actuando por medios que reconocerían en la posición original.

Pues bien, el objetivo principal de Kant es profundizar y justificar la idea de Rousseau de que la libertad consiste en “actuar de acuerdo con una ley que nos damos a nosotros mismos”. Pero esto no nos lleva a la moral de una “orden austera”, sino que a una ética de mutuo respeto y [auto]estima.




Conclusión..

Los principios de la justicia deben garantizar una adecuada articulación entre libertad e igualdad, para que la posición original sea respetada y respetable. La igualdad, planteada en el Segundo Principio de la Justicia, está sustentada en la libertad (porque en su sentido original debe entenderse que expresa como principio que todos los ciudadanos deben ser igualmente libres). Pero esta igualdad implica que todos deben tener las mismas oportunidades para el ejercicio de su libertad, entonces las diferencias en este punto no sólo significarían un menoscabo de la igualdad sino que también de la libertad.

La igualdad es una exigencia moral, puesto que significa la comprensión que realiza el sujeto de sí mismo, y se hace efectiva en el resguardo no sólo de la propia libertad sino que también en el resguardo de la libertad del otro. La presencia del otro como necesario antecedente al ejercicio de la libertad exige un compromiso moral, por ello esta libertad que tiene en su horizonte al otro constituye la moralidad en su carácter más propio. En esta moralidad se establece un compromiso que contempla una dimensión universal en todas las decisiones (y no puede referirse mera y exclusivamente al propio bien).

En conclusión: Esta universalidad implica que el juicio moral no juzga respecto de contenidos (que serán siempre determinados y específicos y distintos para cada uno de los miembros de la sociedad) sino que juzga respecto de su forma (la índole del juicio mismo). Al leer los principios que Rawls propone como fundamentos de la justicia, notaremos su pretensión universalizadora (asequible mediante una vía puramente formal). De esta manera, Rawls no dice “cuáles” deben ser los derechos o los deberes para los miembros de una sociedad, ni tampoco señala “cuáles” son esas libertades; más bien enuncia que ambos principios establecen la vía formal acerca de “cómo dirimir si un derecho o un deber puede ser efectivamente reclamado en pro de la libertad”.





lunes, 17 de mayo de 2010

Ética Empresarial en el Trabajador.

La ética empresarial es responsabilidad del trabajador, y no exclusivamente del administrador (jefe); éste último estará condicionado por las decisiones del primero.

Así es como la ética empresarial deja de ser un obstáculo y se transforma en una oportunidad para el administrador de mejorar sus ganancias y una oportunidad para el trabajador de vivir mejor. Lo anterior se fundamenta en los principios de la visión sistémica: es decir, las variables constituyentes de un sistema interaccionan entre sí de manera recíproca obteniendo como resultado un nuevo estado beneficioso para ambos.

Una de las variables que el trabajador puede considerar, a modo de ejemplo, es la cantidad de horas diarias (o semanales) que puede dedicar a las actividades laborales, incluso tomando en cuenta el tiempo que ocupa en el traslado desde su casa al trabajo y viceversa. Esto quiere decir que, en la mayor parte de los casos, aumentar las horas de trabajo no significa mejorar la calidad de vida a través del dinero. Tal es la situación de algunos padres que llegan a casa sólo a dormir, porque aducen su extensa jornada laboral a su “preocupación” por el bienestar de la familia y contradiciéndose por el hecho de no tener tiempo para compartir con esposa e hijos

El trabajador debe discurrir, además, que los ingresos no sólo pueden ser monetarios sino que también valóricos. Una correcta distribución del salario ganado (y tiempo de ocio) puede mejorar la calidad de vida de manera más eficaz que el simple consumismo impuesto por los medios de comunicación, e incluso puede resultar beneficioso para el desempeño laboral. Por ejemplo, “una noche de alcohol” con los amigos está fuera de la honesta diversión si el sujeto debe ir a trabajar a la mañana siguiente; o el ejemplo contrario: no poder ver la anhelada película porque el horario laboral no lo permite y, sin embargo, días más tarde ausentarse al trabajo por padecer depresión o estrés.

La libertad como acción es parte de la ética del trabajador, donde éste es capaz de elegir (asumir una postura ética) sin importar la coerción que exista en el sistema social. Según la Teoría de la Conspiración, la cesantía puede ser inducida en un sistema social con tal de abaratar los costos de la mano de obra. Pero esta objeción tampoco es un llamado al sindicalismo, sino que a algo más simple: al trabajador le corresponde elegir cuál será su postura frente al salario, aceptándolo o rechazándolo, de manera parcial o permanentemente. Que “los tiempos estén difíciles” (crisis) no es argumento suficiente para someterse a los mandatos de un administrador; puesto que si el trabajador se resigna, dará la pauta para que los administradores sean capaces de crear una situación de crisis en el sistema obteniendo ganancias a costa de la desesperación de los trabajadores.

Otra variable importante es la dignidad humana, cuya controvertida definición se hace más clara cuando se padece la injusticia; llegando a situaciones “angustiantes” como el endeudamiento (en que se induce al trabajador a variar su propio precio por debajo de lo que él mismo acepta). Y, a pesar de lo anterior, el trabajador a toda costa debe entender que el endeudamiento no tiene que hacerle creer que él cuesta menos de lo que vale (precio vs valor).

También, hay que tomar en cuenta la manera en que el trabajador invierte su dinero: los egresos del trabajador son mejor aprovechados si se invierte en otros trabajadores en su mismo “nivel”; es decir, el sistema económico es mucho más justo cuando el trabajador es capaz, por ejemplo, de comprar un kilo de pan en la panadería del barrio antes que en la cadena de supermercados vigente. Aunque lo primero tenga más precio que lo segundo, el valor del dinero es mayor para el vendedor del barrio; pues la panadería da trabajo y sustento directamente a una o varias familias, mientras que la cadena de supermercado lleva sus utilidades directamente a los accionistas. Esta recomendación, orientada al trabajador, evita el monopolio (la “dominación” del bien que Michael Walzer advertía).

Y por último, según todo lo visto: una educación de calidad no se recibe pasivamente. En el modelo neoliberal, la información a modo de “conocimiento” se le busca activamente; y, obviamente, la información muchas veces es más valiosa de lo que cuesta (valor vs precio). La “falsa educación” es un producto de mercado que se obtiene de manera barata y se vende a mayor precio con el único propósito de reducir la movilidad social y provocar el ya mencionado endeudamiento. La ignorancia es cómplice de la desigualdad social. El trabajador y el administrador deben educarse mutuamente sin importar el precio, pues la ganancia es recíproca más allá de lo monetario; la ética vista como justicia se consigue cuando hay interacción recíproca entre los elementos del sistema y no en el conflicto.

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Pincheira Sánchez, Yerko. "Ética Empresarial y Sueldo Ético: Replantear Conceptos desde una Visión Sistémica", pag. 65-67. Universidad de Playa Ancha, Chile (2008)


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martes, 15 de diciembre de 2009

Pleonexia

Algunas grandes eminencias de la actualidad dicen que la pleonexia fue la peor enfermedad del siglo XX; tan terrible, que sus secuelas se mantienen hasta el día de hoy y porque, además, la propagación de esta pandemia abarcará pronto todo el mundo. Tan terrible enfermedad, que incluso los médicos y sicólogos la padecen y, por lo mismo, la ocultan.

Los síntomas son conocidos. Al principio, la persona tiene la sensación de que somos muchos y todo escasea, sobretodo cuando es bombardeado a cada momento con el aviso de "crisis". La paranoia y la desconfianza en el otro comienza a aflorar.

Más tarde, al ver la situación, el organismo entra en alerta y comienza la fase de competencia. Se acentúa la individualidad. "Si el otro tiene esto; yo también debo tenerlo; si todos tienen aquello, yo no puedo quedar atrás"; "tengo 20 años, tengo que estudiar una buena carrera universitaria; tengo 30, tengo que formar una familia y comprar una gran casa con un buen auto; tengo 40, tengo que ser reconocido y respetado". El factor envidia, asociado al concepto "tengo", causa estragos en el individuo frente a la sociedad que representa.

El paso siguiente es una confusión entre cantidad y calidad; una dramática obsesión por los números, confundiendo incluso "valor" con "precio". Es en esta situación donde la mayoría de los seres humanos colapsan; se entregan en cuerpo y alma por un monto determinado de dinero, a veces sin saber el porqué lo hacen. El individuo se disocia, se objetiviza, vive una vida ajena; a la larga, ni las más exorbitantes cifras de dinero pueden saciarle. El estrés desencadenado, agobia la integridad física hasta el punto de romper ese natural equilibrio orgánico llamado "salud". La pleonexia comienza a roer la conciencia, y es la última oportunidad que tiene el individuo para revertir voluntariamente su situación. Finalmente, para la gran mayoría, llega la muerte.

No obstante, la verdadera "última etapa" (irreversible por lo cierto) está formada por aquellos que encontraron "el truco" para sobreponerse a la etapa anterior; provocando que el individuo se autoproclame "centro del universo" y viendo como sus habilidades corporales son sobrepasadas por sus apetitos. En este punto, éste se apodera precisamente de otros seres humanos, usándolos como una "masa" para beneficio propio; engañándolos para hacerlos competir entre sí y robarles, en medio de la confusión, lo que éstos han producido. Forman "corporaciones", forman grupos de "élites", se ocultan y vigilan a la masa jugando a ser dioses. Finalmente, a partir de este mismo punto, la enfermedad repite el ciclo.

"Pleonexia" es una palabra que viene del griego πλεονεξία (pleonexia), que significa "codicia" o "avaricia". El vocablo πλεονεξία está compuesta de: πλέον (pleon) grado comparativo neutro del adjetivo πολύς (polis, mucho), εξ (ex) del verbo ἒχω (ejo, tengo), y el sufijo ια (-ía, utilizado en griego para formar sustantivos o adjetivos femeninos).

Pleonexia, es el apetito insaciable de poseer bienes materiales, y está ligado a la vanidad, el egoísmo, y la sobrevaloración de la autoimagen personal, lo que lleva al individuo a sentirse el centro del mundo y, por consiguiente, a pensar que tiene mayores méritos que los demás para acapararlo todo.

Se sabe que Platón llegó a considerar a la pleonexia como una verdadera "enfermedad moral" (hoy en día se entendería como "trastorno sicológico").

En el diálogo Gorgias, Platón elabora su idea de aretée (el hombre beltístos, el mejor) a partir de una confrontación con Calicles (un sofista) quien defiende la idea de el poder entendido como pleonexía, cuyo ejercicio permite llevar los propios intereses, ambiciones y vicios a su máxima expresión, propiciando un gozo desenfrenado e insaciable de dicho poder.

Para Calicles, es justo que el más poderoso tenga más que el menos poderoso. El hombre excelente es el más fuerte. En cambio, la isonomía (igual posición) que fundó la democracia ateniense, es la ley que usan los más débiles para ocultar su propia incapacidad y miserabilidad.

Pero a Calicles se le contrargumenta que este "poder" genera indefectiblemente violencia. Por una parte, se hace necesaria la imposición por la fuerza para obtener determinados deseos y, por otra, es la violencia el único medio para obtener más y más poder. Y para evitar esto, hay que restaurar en el pensamiento y en la acción política, la justicia presente en la isonomía.

En hombres que sólo ansían tener más y más (pleonexía), no puede erigirse una comunidad, “porque un hombre injusto no podría ser amigo de otro hombre, ya que es incapaz de vivir en comunidad. Pero donde no hay comunidad, tampoco podría haber amistad. Pues dicen los sabios que el cielo, la tierra, los dioses y los hombres se mantienen por comunidad, amistad, orden (kosmos), moderación y justicia, y que todo este conjunto se llama por ello orden bello (kosmos kalousin), compañero, no desorden, ni tampoco desenfreno ... se te ha olvidado que la igualdad geométrica (isotés geometrikée) tiene mucho poder entre dioses y hombres. Mas tú opinas que se debe ejercer el tener más (pleonexían), porque eres negligente con la geometría” (Gorgias, 507e-508a).

En La República, el hombre justo es aquél que posee la proporción interior: aquél cuya alma constituye una unidad armónica donde prima la inteligencia (nous); donde el ánimo, el temple (thymós) apoya y obedece a dicho nous; y donde la vida instintiva (epithymía) adquiere sentido en relación con las dos anteriores. El hombre justo es el varón musical (mousikós aneér) que tiene “acordadas” las cuerdas interiores del alma en una perfecta armonía y que, a partir de esta situación, comienza a actuar. Alcanzar esta armonía implica la salud del alma, pues responde a su naturaleza (he ahí la excelencia); por el contrario, subvertir ese orden interior implica la enfermedad del alma, el reinado de la injusticia. Entonces, el hombre desenfrenado propuesto por Calicles (aquél que se guía por sus placeres e instintos), será un tirano que posee un alma enferma con un orden interior subvertido, pues en él rige lo instintivo por sobre la inteligencia; además posee un alma desarmónica, desproporcionada e injusta (y por tanto actúa injustamente).

Este hombre justo necesita un contexto determinado para su formación: la polis. Sólo una buena educación conforma un alma sana, y, a su vez, sólo a partir de almas sanas es posible construir una ciudad sana. Así pues, en el Gorgias, se plantea que el Estado debe ocuparse prioritariamente de las leyes educativas; toda ley educa y por tanto debe responder a lo justo, si una ley es injusta educa en la injusticia. Un estado que no es educador, no es [estado].

Para Aristóteles, en la Ética a Nicómaco (1131a-b), la justicia distributiva busca regular el reparto de los bienes exteriores según la igualdad geométrica (o proporcional). Esta clase de justicia es un término medio entre dos formas de desigualdad, entre dar-recibir en mayor-menor cantidad que la proporción correcta. Aristóteles explica que “necesariamente lo justo será un término medio e igual en relación con algo y con algunos. Como término medio, lo será de unos extremos (es decir, de lo más y lo menos); como igual, respecto de los términos; y como justo, en relación con ciertas personas”. La igualdad que se busca es "proporcional" cuando es relativa a lo que se considera relevante para la distribución (tomando en cuenta con qué se distribuye y entre quiénes se distribuye determinado bien).

En definitiva, para los griegos la pleonexía era la forma de injusticia social más despreciable, y actualmente cualquier persona creería que esa enseñanza perdura hasta los albores del sXXI. No obstante, resulta paradójico que, en las metrópolis de la cultura occidental, la pleonexia se haya convertido en el motor de esa "máquina" llamada capitalismo: El “afán de lucro” para muchos constituye una virtud porque [supuestamente] estimula el anhelo de progreso personal y la disposición al trabajo duro. Incluso, el economista Friedrich Von Hayek en su obra La Higiene de la Democracia, denosta a la solidaridad como "un valor propio de civilizaciones primitivas y de grupos sociales reducidos, pero anacrónico y extremadamente perjudicial si se aplica a la sociedad moderna (en donde los lazos parecen ser únicamente instrumentales);" la actual solidaridad no es otra cosa que una reminiscencia emocional de los sentimientos de los primitivos cazadores o recolectores, en la cual todos debían trabajar para servir las necesidades concretas de sus prójimos visibles; la solidaridad y la pertenencia [a un grupo] serían, según Hayek, valores que la democracia técnica (el rostro político de la sociedad de mercado) debe eliminar, pues se consideran "impurezas" del sistema.

¿Quiénes están enfermos?
¿Quiénes están sanos?