sábado, 15 de noviembre de 2008

Immanuel Kant: Ética del Deber

Es sabido que, la ética como conocimiento filosófico, pretende ser la reflexión que hacemos sobre “cómo” vivir satisfactoriamente. Esta reflexión comprende dos problemas fundamentales:

  • ¿Qué es una vida satisfactoria?. Es la búsqueda de la comúnmente llamada “felicidad”, lo cual constituye el aspecto material de la ética.
  • ¿Cómo es la mejor forma de actuar? Pregunta que se orienta principalmente por las normas de conducta, lo cual es el aspecto formal de la ética.

Ambos aspectos son parte de la misma reflexión que plantea el cómo vivir bien con-y-para los otros en instituciones justas.

Immanuel Kant[1], se inclina a buscar la repuesta a la segunda cuestión de la ética, es decir, la cuestión de las normas morales (denominada "el deber") . Kant piensa que teorizar sobre lo que nos hace felices es una discusión sin fin, pues considera imposible llegar a principios universales en cuanto al tema de la felicidad puesto que una teoría debe basarse en principios universales. En cambio, estos principios se encuentran sólo en el aspecto del “cómo” debemos actuar, es decir, en la ética formal.

Kant se orienta por aquello que cree común a todos los seres humanos: la razón teórico-práctica. Es decir, si usamos nuestra razón humana y si indagamos dentro de ella y seguimos las reglas del razonamiento lógico, entonces la razón nos dirá cómo es que se debe actuar. No hace falta que un principio exterior a nosotros (i.e. Dios, el sacerdote, la madre, el maestro, etc.) nos dicte pautas de acción. Todos y cada uno, pueden llegar a saber cómo actuar, siguiendo los principios de la lógica racional.

La ética kantiana es una ética autónoma (en oposición a la ética heterónoma, es decir, cuando se recibe de otro la instrucción de lo que es correcto hacer cualquiera sea su autoridad). Esto es: si se usa la razón, uno mismo puede “autodeterminarse”; pues esta razón indica que lo que cuenta no es “qué” buscamos-obtenemos o “cuándo” actuamos, sino el “cómo” debemos actuar. Los motivos éticos que guían los actos no deben ser según capricho personal sino por cumplimiento del deber que nuestra razón nos muestra. De esta manera, se plantean dos tipos de deberes o imperativos que la recta razón nos dicta en cuanto a comportamiento:

  • Los imperativos hipotéticos: Si quiero A debo hacer B, pero si no quiero A no tengo que hacer B.
  • Los imperativos categóricos: Debo hacer X en cualquier condición necesariamente (incondicionado, sintético-práctico y necesario).

Y de lo anterior se llega a 2 imperativos categóricos clave:

  • Tratar siempre al ser humano como un fin y nunca sólo como un medio.
  • Toda acción moral debe poder ser convertida en ley universal.

Sin embargo, no todo son luces en esta propuesta de Kant; más bien hay que considerarla sólo dentro del contexto de la época de la Ilustración. Hay que tomar en cuenta que en 1788 era aún inexistente La Genealogía de la Moral de Fiedrich Nietzsche; texto en el que expone que este afán racionalista de nulificar los deseos, las pasiones y en sí “la vida” a través del dominio de la razón científico-práctica, no es más que una muestra de la decadencia burguesa que, ante su temor a la vida, lucha por auto-domesticarse a través de la educación. Kant tampoco llegó a conocer la reflexión hermenéutica del siglo XX que se da entre filósofos tales como Michel Foucault (Las Palabras y las Cosas; El Orden del Discurso), Hans-Georg Gadamer (Verdad y Método), Paul Ricoeur (Los Caminos de la Interpretación; Existencia y Hermenéutica) ó Jürgen Habermas (Conocimiento e Interés); por mencionar sólo a algunos.

La ética kantiana no reconoce que la razón teórica (y menos aún la razón teórico-práctica) es una de tantas formas de razonamiento y quizá la más “desinteresada”. Los caminos de las distintas racionalidades, como formas de explicarnos y ser-en-el-Mundo, cruzan los valles de las distintas culturas, razas, sexos, edades, temporalidades y no conducen necesariamente todos al mismo fin.

Tampoco hay que dejarse llevar por la distinción que Kant hace del concepto del Bien. Existen numerosos ejemplos de experimentos socio-políticos en la historia de principios del sXX que son la excepción a la regla del bien común, pues el ser-humano de aquel siglo fue capaz de renunciar a muchos bienes para obtener cierto bien, y esto de por sí es interés. ¿Qué sentido tiene cumplir el deber si no se consigue el bien? ó ¿qué sentido tiene la norma ética aplicada a la vida misma si no es para vivir satisfactoriamente?. No obstante, Kant reconoce la dignidad humana, puesto que si el ser humano nunca puede ser visto "sólo como un medio", entonces mucho menos debe ser vista la vida humana como un medio para cumplir la “ley ética” (sino que la ley ética debe ser el medio para tener una buena vida humana).

Ahora bien, en cuanto a las empresas, los administradores se preocupan por infundir valores y pautas de conducta a sus trabajadores, lo cual se relaciona con la ética kantiana cuando se usan lemas tales como “llegar a la hora X” ó “transite siempre por la derecha”. Ésta ética es muy adecuada para dichos administradores porque convence y obliga al trabajador a cumplir con una serie de estándares de calidad de todo tipo; pero estos indicadores no son necesariamente de índole moral, sino que se excluye en la realidad el "sentido" de este cumplimiento, negando a los trabajadores no sólo bienes materiales tales como la remuneración debida, sino incluso hasta la posibilidad del descanso o la recreación necesarios para la vida. Pareciera ser que al sistema de producción impuesto por el neoliberalismo le viene muy bien la ética kantiana para aplicarla a los trabajadores, pues facilita la acumulación de capital; sin embargo, a los dueños del capital no les parece obligatorio seguir esta ética sino que prefieren una ética utilitarista y hedonista; en síntesis, se puede decir que existe una ética del deber para los trabajadores de la empresa coexistiendo con una ética del placer para los administradores del capital.

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[1] Kant, Imannuel. “Crítica de la Razón Práctica”. Traducción de J. Rovira Armengol. Ed. Losada, Buenos Aires (1961).

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Adam Smith

Este filósofo y economista escocés es el autor del Ensayo acerca de la Naturaleza y Causas de La Riqueza de las Naciones (1776), y es mundialmente reconocido como el padre de la moderna ciencia económica. En aquella obra, Smith trata de explicar los factores que determinan el progreso económico, y los medios necesarios para crear un ambiente favorable para un crecimiento económico sostenido. Los principales elementos de su teoría son usados como referencia por la mayoría de los economistas del siglo XX y sus recomendaciones para la política económica siguen vigentes en nuestra época.

Para este autor, el nivel del ingreso real per-cápita y su tasa de crecimiento dependen esencialmente de “la aptitud, destreza y sensatez con que generalmente se ejercita el trabajo”[1], lo que hoy en día se denomina productividad laboral. Las diferencias internacionales (e Inter-temporales) en la productividad corresponden a diferencias en el grado de división del trabajo.

El factor que condiciona la división del trabajo es la disponibilidad de capital, puesto que para lograr un mayor grado de división del trabajo es necesario proporcionarle a la fuerza laboral más (y mejores) herramientas y maquinarias para llevar a cabo la producción. Otro factor es el tamaño del mercado; las restricciones al comercio internacional tendrán efectos adversos sobre la productividad, ya que necesariamente limitan el tamaño del mercado, impidiendo la división internacional del trabajo. En cambio, el comercio libre y abierto (comercio exterior) tiene el efecto opuesto. Por último, un factor importante es un entorno político (y legal) favorable, lo cual contribuye significativamente a incrementar el flujo de inversiones productivas.

El problema del desarrollo económico es un problema institucional, pues hay que buscar el sistema que mejor garantice el pleno desenvolvimiento del potencial económico de una nación. La propuesta de Smith era que el estado tuviera una mínima intervención en la economía; la acción espontánea del mercado generalmente producirá una asignación óptima de los recursos a través de una mano invisible, maximizando el bienestar de la sociedad entera, independiente de las intenciones de los individuos involucrados. Por otro lado, pretender asignar los recursos por medio de un plan deliberado requeriría mayores esfuerzos y conocimientos que los que puede disponer cualquier individuo; incluso, la mera presunción de poder hacerlo lo descalifica para el efecto.

Para Smith, existe un elemento falso (y hasta ridículo) en la idea de un gobernante que pretende administrar la economía de su pueblo: “Es una vana presunción que sus príncipes y ministros pretendan velar sobre la economía de aquellos pueblos (...) cuando los más poderosos son los más pródigos de la sociedad. Velando aquellos sobre sus propios gastos, puede esperarse que sin otra diligencia contengan los suyos los particulares. ¡Si su propia extravagancia no arruina al Estado, nunca lo logrará la de los súbditos!”[2].

La teoría de Smith fue revolucionaria en su época porque contradecía directamente el pensamiento mercantilista que predominaban entonces. El mercantilismo era una doctrina que favorecía la amplia regulación de la actividad económica con vistas a la promoción de ciertos intereses nacionales. Uno de los postulados de los mercantilistas era que toda política económica debía evaluarse en función de su efecto sobre la provisión nacional de metales preciosos. Cuando escaseaba el metal-moneda, la política comercial debía lograr el mayor exceso de exportaciones sobre importaciones posible (es decir, una balanza comercial favorable), siendo ésta la manera de incrementar la provisión de metales preciosos. Para lograr una balanza comercial favorable el estado debía fomentar las exportaciones o restringir las importaciones por medio de intervenciones del gobierno diseñadas y administradas para el efecto.

Smith criticaba la errónea identificación de “dinero” con “riqueza”, puesto que estos dos conceptos representan aspectos diferentes; un incremento en la cantidad de dinero no constituye en sí mismo un incremento en la riqueza real del país. El descubrimiento de América es un ejemplo de esto: la importancia para Europa no se debió al influjo de metales preciosos, sino a la tremenda ampliación de los mercados que ocasionó. También criticaba el hecho de confundir fines y medios (tomando la “actividad económica” como un fin en sí mismo) olvidando que el propósito final de toda actividad económica es la satisfacción de las necesidades humanas.

Definitivamente, el gran desarrollo de la Revolución Industrial en Inglaterra durante el siglo XIX, se debió principalmente a la aplicación de los postulados de Adam Smith. En el siglo XX, la evidencia más clara se observa en el desempeño de los países subdesarrollados en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Algunos de estos países adoptaron políticas de desarrollo que protegían la industria nacional por medio de barreras arancelarias (y otras restricciones a la importación), medidas que significaron un desequilibrio: la producción nacional sustituía a las importaciones y esto hacía disminuir la exportación. El otro grupo de países, simbolizados por Taiwán y Corea del Sur, adoptó políticas de comercio exterior, integrándose al mercado mundial y abriendo sus economías nacionales a las fuerzas de la competencia internacional. Los resultados obtenidos se inclinaron enormemente en favor del segundo grupo de países, puesto que participaron más plenamente de los beneficios que proporciona el comercio internacional: mejor asignación de recursos, uso más eficaz de la mano de obra, generar mayores ingresos y el incremento del ahorro para futuras inversiones (caso contrario al endeudamiento del “Tercer Mundo”).

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[1] Cit: Cole, Julio. "El Modelo Smithiano" (Adam Smith). Artículo publicado por la revista del Centro de Estudios Económico-Sociales (CETES), nº 780, año XXXIV. Guatemala, agosto 1993.

[2] Ídem.

martes, 30 de septiembre de 2008

Sueldo Ético en Chile

Antecedentes.

El concepto “Sueldo Ético” comenzó a popularizarse luego de los acontecimientos socio-políticos que se desarrollaron en Chile durante al año 2007; todo esto, difundido ampliamente por los medios de información (televisión, radio, prensa escrita). La primera vez que el debate se hizo consistente, fue durante el pronunciamiento de monseñor Alejandro Goic a raíz de las manifestaciones de los trabajadores sub-contratados de la empresa minera Codelco. La prensa escrita[1] lo relató así:

SANTIAGO.- El monseñor Alejandro Goic, quien se desenvolvió como mediador en el conflicto entre Codelco y los trabajadores subcontratados, manifestó que una de las causas por las que se llega a los conflictos son los bajos sueldos, ante lo cual señaló que “el sueldo mínimo debería ser transformado en un sueldo ético".

En conversación con Canal 13, el religioso agregó en relación a lo anterior que “en el sentido de que por lo menos todos los que puedan, no paguen el sueldo mínimo legal, sino que por lo menos 250 mil pesos. Eso sería un primer paso".

Asimismo, añadió que la idea es “ponerme en el lugar del más necesitado, y preguntarme si yo podría vivir con mi esposa y mi hijo, con 120 mil pesos. Yo no digo que todos vamos a ser iguales, porque eso es una utopía que no se puede dar, pero no cabe duda que hay grandes empresas que ganan mucho, ¿como no hacer participar mejor a sus trabajadores?, que son los que le ayudan a generar la riqueza para el país".

En el mismo sentido, manifestó que “no se puede repartir pobreza, el país tiene que seguir creciendo y por eso hay que tener mucho cuidado, en el sentido de no desincentivar a los empresarios a que produzcan, pero también que las ganancias puedan ser de alguna manera compartidas".

Para finalizar, el monseñor Goic expresó que “sin duda que los pobres, gracias a Dios, han disminuido en este país, pero disminuirían más si fuéramos capaces de compartir un poco más equitativamente las riquezas, que generan todos, y en ese sentido yo creo que esta es la etapa que viene, se consolidó la democracia, el país está creciendo y debe seguir creciendo, pero diferencias tan abismantes, ahí hay que dialogar", puntualizó.
Las declaraciones de monseñor Alejandro Goic causaron polémica en los sectores político, social y empresarial de Chile. Algunos políticos (como la senadora Evelyn Matthei) y cierto sector empresarial se mostraron escépticos a la sugerencia de monseñor Goic, argumentando los posibles costos negativos que pudieran generarse en las PyMEs (pequeñas y medianas empresas). Por otro lado, la gran mayoría de los partidos políticos (incluyendo al propio Gobierno) manifestaron estar a favor de la propuesta. En respuesta, la Presidenta Michelle Bachelet declaró: "Somos coincidentes con el planteamiento de la Iglesia, que un país que tiene mayor prosperidad, tiene que llegarle a todos (...) Si al país le va bien, le tiene que ir bien a cada uno de los trabajadores"[2]; luego, el 23 de agosto del 2007, la presidenta anunciaría la formación del Consejo Asesor para la Equidad Social con el eslogan "Hacia un Chile más Justo", con la propuesta de reformar el sistema laboral chileno para marzo de 2008 como plazo.


La Polémica.

No debería causar sorpresa la polémica causada por las palabras del presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Alejandro Goic, acerca del sueldo ético. A continuación se citan[3] los comentarios más significativos que aparecen en la prensa escrita acerca del debate originado durante esa semana:

" Yo creo que él (monseñor Goic) no tiene idea de economía y se está metiendo en cosas muy difíciles”. "Por lo menos él debiera meditar, conversar, madurar más su idea antes de largarla”. Agregó: "extiendo mis comentarios a todos los que estén pensando en un sueldo de ese tipo". (Evelyn Matthei, senadora. La Segunda, 7/ago/2007, pag22).

“Pedro Corona, timonel de la Cámara Nacional de Comercio, argumentó que la ética va unida a la productividad.” (El Mercurio, 8/ago/07, p. B1)

“El sueldo ético no debiese ser visto en ningún caso como un intento a la viabilidad de las empresas, sino como una aspiración de un país que busca mayores niveles de igualdad. El gobierno ve con buenos ojos que se paguen los mejores sueldos posibles, pero hay empresas que no están en condiciones de pagarlos.” (Alejando Ferreiro, Ministro de Economía. El Mercurio, 8/ago/07, p. B10)

“Hay un llamado a la conciencia, a ser más solidario, a poder universalizar las ganancias. Es un llamado a ser buen chileno.” (Zarko Luksic, Ministro de Trabajo. El Mercurio, 8/ago/07, p. B10)

“Sebastián Piñera pide hablar de ‘ingreso’ y no de ‘sueldo ético’. Ahora parte de la discusión se está enfocando al ingreso básico que debería percibir una familia más que restringirlo al salario mínimo. En el primer caso se incluye la asistencia estatal –bonos, pensiones, y subsidios en salud, educación y vivienda –para todos los miembros de un hogar; en el segundo, sólo el sueldo de un trabajador.” (El Mercurio, 8/ago/07, p. B10)

“Piñera asegura que los actuales ingresos por persona para medir la línea de la pobreza ($48,000 para las zonas urbanas y cerca de $30,000 en las zonas rurales) subestiman las verdaderas necesidades. Si recalculáramos la canasta básica, concluiríamos que ese monto debe superar los $60 mil por persona. En consecuencia una familia típica chilena de cuatro personas requeriría un ingreso mínimo familiar ético del orden de los $280 mil mensuales. ¿El costo estatal? US$ 1.000 millones anuales. Ello corresponde al 0,8% del PIB, menos del 20% del crecimiento de este año, menos del 5% del superávit fiscal previsto para 2007.´” (El Mercurio, 8/ago/07, p. B10)

“Que los empresarios que puedan pagar más lo hagan, que no se escondan en el sueldo mínimo para no pagar lo que en justicia pueden entregarles a los trabajadores. Cuesta pensar que las grandes empresas no pueden acercarse a esto y probablemente muchas de ellas ya lo hacen hoy.” (Hernán Larraín, Presidente UDI. El Mercurio, 8/ago/07, p. B10)

“Las empresas deben pagar lo que estimen conveniente y no forzarlas a pagar $250 mil (…) si por eso entendemos un “salario ético” terminaremos con un alza impresionante del desempleo. Pero se ha abierto la posibilidad de que el Estado complemente los salarios de mercado para llegar a ese ´salario ético´ y eso me parece una discusión valiosa. Si aumentamos en forma permanente el gasto del Estado, habría que discutir de qué impuesto saldría ese gasto. … Sería irresponsable gastar los excedentes del cobre en eso. Con el nivel de desarrollo en que estamos, en los próximos 10 ó 15 años la cargar tributaria debiera tender a subir.” (Eduardo Engel, economista, La Tercera 12/dic/07 p. 44)

“Un alza de los salarios que no responda a las condiciones reales de la economía y los niveles de productividad generaría más distorsiones que beneficios y terminaría agravando el panorama que se aspira mejorar.” (opinión editorial, La Tercera 12/dic/07 p. 3)

“Es evidente que el salario mínimo no es más que una referencia básica indispensable para el mercado del trabajo, pero las necesidades de subsistencia de un grupo familiar están por encima de esta cifra. Por ello, no solo respaldo el planteamiento del obispo, sino que creo que es necesario avanzar en medidas tendientes a acercarse al salario mínimo ético. Un buen comienzo sería, por ejemplo, precisar en el Código de Trabajo que el sueldo base del trabajador no puede ser inferior al ingreso mínimo, prohibiendo la práctica de establecer sueldos muy bajos y complementar la remuneración fundamentalmente en base a comisiones, lo que constituye un hecho habitual en los establecimientos del retail.” (Pedro Muñoz Aburto, presidente de la ‘Comisión Trabajo’ del Senado. Carta publicada en La Tercera 12/dic/07 p. 2)

“…el propio estado paga a algunos de sus funcionarios bastante menos que el sueldo ético. Según el dirigente de la Anef, Raúl de la Puente, un auxiliar del Estado gana por ley a $180 mil imponibles y $150 mil líquidos, poco más del sueldo mínimo de $144 mil.” (La Tercera 12/ago/07 p. 11)

“¡Cómo decían al Padre Hurtado en su época! ¡Comunista le decían! Ahora él es santo pero sufrió mucho. Es que el Evangelio es incómodo.” (monseñor Goic, citado en La Tercera 12/ago/07 p. 11)

“…el enfoque liberal de la economía ha resultado desastroso en la vida real.” (Alberto Hurtado, citado por monseñor Goic en La Tercera 12/ago/07 p. 11)

“Si se establece un piso para el salario ético, cualquier sueldo inferior pasa a ser anti-ético o inmoral, lo que pone a buena parte de las empresas por debajo de las líneas de flotación de la ética. Eso es un descriterio, porque en los mercados los precios no son ni justos ni injustos, ni morales ni inmorales.” (Héctor Soto en La Tercera 12/ago/07 p. 11)

“El salario mínimo no es la causa de la pobreza en Chile. En realidad es su más acabada expresión. En ese salario, en ese precio, está reflejada la terriblemente baja productividad de la mano de obra no calificada de nuestra economía (…) allí está inscrito el fracaso de una educación pública que va de mediocre a mala (…) allí resuenan las distorsiones de un mercado de trabajo superregulado; el cual genera además altos niveles de cesantía; casi siempre el empleador tiene alternativas de reemplazo de menor costo (…) es muy fácil constatar esa insuficiencia sin reconocer al mismo tiempo que ése es el verdadero pago de Chile, que ése es el precio que Chile como país atrasado y como sociedad injusta y desigual todavía está pagando por el subdesarrollo.” (Héctor Soto en La Tercera 12/ago/07 p. 11)

Análisis del Concepto.

De acuerdo al testimonio de la comunidad católica, se sabe que el neoliberalismo (considerando sus variadas formas y matices) ha sido constantemente rechazado por la Iglesia; a pesar de que ésta no es la única institución (o paradigma) que está de acuerdo en que una falsa libertad se transforma en libertinaje e injusticia. La propuesta de monseñor Goic es una advertencia para recordar una responsabilidad moral ineludible para los cristianos: el respeto por el prójimo (lo cual se refleja en justicia).

No obstante, la expresión "sueldo ético" carece de rigurosidad conceptual para un especialista en economía, por eso se prefiere hablar de “salario justo” cuya denominación es más susceptible de análisis. Tampoco es obligatorio que un sacerdote sea experto en temas de economía; aunque sí es necesario que un político tenga nociones de ética. La doctrina católica de Goic es el llamado que hace la ética para que los políticos se hagan partícipes de los procesos económicos en Chile. El debate se argumenta desde el rol de cada uno de los opinantes.

Muchos economistas, entre ellos Milton Friedman, demuestran teóricamente que el cuestionamiento moral es un obstáculo para la rentabilidad económica. Incluso, la ya descrita Teoría de la Conspiración hace ver que las más grandes empresas del mundo deben sus logros a la falta de ética y a la corrupción de los políticos.

Pero también hay que considerar lo que Adam Smith y David Ricardo (los fundadores de la ciencia económica) formularon en los conceptos de “precio” (el precio de mercado y el precio natural, aplicable a las mercancías, el trabajo y las utilidades). Por una parte, según David Ricardo, el precio de mercado para la mano de obra surge del juego natural de la proporción que existe entre la oferta y la demanda; por otra parte, el precio natural de la mano de obra, depende del precio de los alimentos, de los productos necesarios y de las comodidades para el sostén del trabajador y de sus familias. De lo anterior se puede concluir que el precio natural (de la mano de obra natural) es el concepto teórico equivalente al “sueldo ético” planteado por el monseñor Goic.

Técnicamente, subir el salario de la “masa” de trabajadores significa estar pendiente del riesgo de aumentar la inflación o la devaluación de la moneda. Al subir el salario, disminuyen las oportunidades de contratación o la creación de nuevos empleos; fomentando, por ende, la cesantía. Incluso, la experiencia neoliberal ha demostrado que producir a partir de “mano de obra barata” disminuye el precio y aumenta el consumo, resultando en ganancias para quienes administran la empresa.

Pues bien, según los distintos censos y encuestas, la mayoría de los trabajadores chilenos se considera cristiano (ya sea católico o protestante); lo que significa la adopción de cierto código moral enfocado en el amor a la divinidad y al prójimo que, a su vez, determina la actitud que el trabajador tendrá con el administrador de la empresa. Esto significa que, en ciertas ocasiones, el trabajador asume su sometimiento ante aquella divinidad personificada en “el patrón” (el jefe o administrador de la empresa); y así se da la pauta para que el administrador establezca el sueldo según conveniencia y el trabajador busque el sueldo según necesidad: “Quienes están más atrás en la línea de pobreza, miran a los de más adelante y piensan que es injusticia de la vida. Los que están más adelante piensan que es porque se lo merecen, porque fueron más productivos y más trabajadores. Ninguna de las dos cosas son ciertas, ambos han tenido distintas oportunidades, han tenido un medio ambiente cultural distinto y tienen un distinto marco de contacto e información”.[4]

En síntesis, el llamado de monseñor Goic sí es válido desde la perspectiva económica, pues se enfoca en el elemento clave de toda economía: la persona humana; descartando tajantemente a “falsos dioses” como lo son el dinero y el afán de poder, ya que la economía y la política se diseñaron para satisfacer a la persona y no viceversa. Por lo mismo, el tema del sueldo ético o "salario justo" es una de tantas aristas que deben considerarse al buscar solución al problema de la justicia social. Cada uno, desde su perspectiva o disciplina es capaz de aportar algo; puesto que, según los postulados de la visión sistémica, la solución debe ser buscada en conjunto (una búsqueda multidisciplinaria). El tema del sueldo ético debe superar su etapa de discusión (o debate) para llegar a la etapa de aplicación en el sistema socio-económico.


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[1] Goic, Alejandro. “Sueldo Mínimo Debería Convertirse en Sueldo Ético”. Noticia publicada el 3 de Agosto del 2007 en http://www.emol.com/noticias/nacional/detalle/detallenoticias.asp?idnoticia=264674 y consultada el 30 de agosto del 2008.

[2] Goic, Alejandro. “Sueldo Ético vs Sueldo Mínimo”. Noticia publicada el 4 de agosto del 2007 en http://noticias.123.cl/entel123/html/Tele13/Noticias/Chile/311603.html y consultada el 30 de agosto del 2008.

[3] Richards, Howard. Debate publicado el 10 de marzo del 2008 en http://www.elquintoinfierno.cl/2008/03/10/el-debate-sobre-el-sueldo-etico-en-chile/ y consultado el 15 de septiembre del 2008.

[4] Eyzaguirre, Nicolás; ex_ministro de Hacienda (2000-2006). “Crecimiento y Equidad en Chile”, tertulia organizada por la fundación Un Techo para Chile. Santiago, 9 de mayo del 2007.



jueves, 29 de mayo de 2008

Ética; Moral; Valores; Empresa.

Al hablar de ética inevitablemente tenemos que hablar de filosofía, debido a que pertenece a esta esfera del conocimiento. La significación más conocida del vocablo se presenta en Aristóteles quien entendía “ethos” en el sentido de costumbre (i.e. temperamento, carácter, hábito, modo de ser). Luego, a partir de esta denominación, surgirían las características principales de la ética:

• Es una disciplina filosófica.
• Su objetivo de estudio es la moral.
• Es normativa de la actividad humana en orden del bien.
• Es reflexiva, porque no estudia qué son los actos sino cómo deberían de ser.
• Es pragmática, es decir, se enfoca al campo de acción humano.

Por lo tanto, la ética puede entenderse convencionalmente como: “principios directivos que orientan a las personas en cuanto a la concepción de la vida, el ser-humano, los juicios, los hechos, y la moral.”

Además, es conveniente diferenciar la ética de la moral. La ética es una disciplina filosófica, la cual tiene como objetivo de estudio la moral; pero esto no quiere decir que la ética crea la moral, sino que solamente reflexiona sobre ella. El término moral procede del latín “mos”, que significa “costumbre” en el sentido de “conjunto de normas o reglas adquiridas por medio de hábito”. La moral se refiere a la conducta del ser-humano que obedece a unos criterios valorativos acerca del bien y el mal, mientras que la ética reflexiona acerca de tales criterios, así como de todo lo referente a la moralidad.

Otro Concepto importante es el de valor, este no lo poseen los objetos por si mismo sino que estos lo adquieren gracias a su relación con el ser-humano como ser social. En este sentido, para las empresas, los valores son:

• El valor económico: todos los que hicieron aportes a la actividad productiva reciben su compensación para satisfacer sus necesidades.

• El valor psicológico: los que participan del proceso productivo logran un aprendizaje en la toma de decisiones (afectando a otros o a ellos mismos de forma directa o indirecta).

• El valor ético: es el cambio que se produce en el interior de las personas (condicionando la personalidad al tomar conciencia de los propios actos).

Cuando nos referimos al término empresa lo definimos como una unidad económica de producción de bienes y servicios. La empresa es una de las instituciones protagónicas de la sociedad contemporánea. Su importancia económica es en la actualidad incuestionable y de ahí que la existencia y desarrollo de la capacidad empresarial es un de los activos más valiosos con que puede contar una nación. Sin embargo, la clave del desarrollo está en las personas, lo que para fines prácticos resulta en distinguir que la empresa está constituida a lo menos por un administrador (jefe, empresario o burgués) y un trabajador (asalariado, obrero o proletario).

En conclusión, el dato fundamental lo representa el factor humano, el cual es la clave para poder comprender más fácilmente que el nivel ético esta lejos de ser un factor neutro en la vida social. Pues la moral se considera un factor positivo de crecimiento personal y también como un factor del más alto relieve en la sociedad. Considérense por ejemplo los casos de corrupción de los gobernantes o el daño que puede causar la prensa malintencionada o los perjuicios que derivan de una actividad empresarial nociva al medio ambiente. Pues bien, a la hora de aplicar los principios éticos a la empresa, no hay que olvidar lo que ésta es en sí misma; porque si la falta de ética en la actividad empresarial puede acarrear consecuencias perjudiciales, el intento de orientarla conforme a criterios morales que no son los adecuados podría terminar en resultados sociales y económicos catastróficos, sin importar que los idealismos que existen de por medio sean de buenas intenciones.